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“Con Dios Todo, Sin Dios Nada”:

La Vida de Fe de José González Corona


 El Obispo Peter Christensen  con la señora Guadalupe Maciel  Govea, el señor  José González  en la capilla de la Catedral  Saint John The Evangelist (Foto/cortesía  Josefina  González Maciel).
El Obispo Peter Christensen con la señora Guadalupe Maciel Govea, el señor José González en la capilla de la Catedral Saint John The Evangelist (Foto/cortesía Josefina González Maciel).

Vero Gutiérrez

Editora Asistente

JEROME – En el corazón del Valle Mágico, entre cam­pos de cultivo y comunidades de fe, vive un hombre cuya historia ha tocado profundamente a quienes lo rodean. José González Corona, de 78 años es originario de Guascuaro, Michoacán, México, es un testimonio viviente de que la fe puede transformar incluso las pruebas más difíciles en bendiciones.


Nacido el 15 de septiembre de 1946 en una familia católica, José creció asistiendo a la parroquia de San José, donde desde pequeño aprendió a confiar en Dios. A los 26 años se casó con Guadalupe Maciel Govea, con quien formó una familia de siete hijos, a quienes inculcaron el amor por Dios y la importancia de la oración.


Pero la vida de José dio un giro inesperado a los 36 años, cuando un accidente mientras trabajaba en la cosecha de maíz le provocó una lesión en la cabeza que, tras años de intentos médicos, resultó en la pérdida total de la vista. “Lo más difícil fue aceptar que no iba a poder recuperar la vista y que no iba a poder sacar adelante a mi familia”, recuerda. Sin embargo, en lugar de rendirse, José se aferró a su fe.



Don José González  con su esposa Guadalupe. junto a la replica de La Piedad, durante su exposición en la Catedral de Boise. (Foto/cortesía  Josefina  González Maciel).
Don José González con su esposa Guadalupe. junto a la replica de La Piedad, durante su exposición en la Catedral de Boise. (Foto/cortesía Josefina González Maciel).


Desde entonces, su vida espiritual se ha profundizado. Cada mañana comienza con el rezo del Santo Rosario, y rara vez se pierde la transmisión de la Santa Misa por Ra­dio Sal y Luz. Su devoción a San José se ha convertido en el pilar de su vida. “Creer y estar convencidos de que los planes de Dios son perfectos, darle ese primer lugar aún en medio de las dificultades”, es el mensaje que comparte con todos los creyentes.



En marzo de 2022, durante una visita a la Catedral de Boise, José recibió una bendición especial al conocer al Obispo Peter Christensen, quien le obsequió un pin de su escudo de armas, que, por cierto, José guarda con profundo cariño y casi siempre lo lleva consigo en la solapa de su chamarra. Hoy, Don José asiste fielmente a la iglesia de Saint Jerome los fines de semana y los jueves al Monas­terio de la Ascensión con los Misioneros Servidores de la Palabra o a la parroquia de Saint Edward The Confessor.


Don José conserva  como un obsequio muy especial este pin con el escudo de armas del Obispo Peter  Christensen  y trata de llevarlo siempre en su chaqueta.
Don José conserva como un obsequio muy especial este pin con el escudo de armas del Obispo Peter Christensen y trata de llevarlo siempre en su chaqueta.

A pesar de su ceguera, José ha desarrollado una sensibilidad extraordinaria. “Le hablas una vez y esa voz se le queda grabada”, dijo Josefina, una de sus hijas menores quien está al pendiente de él y de su madre, mientras pasan tiempo en Jerome. Su oído se ha convertido en una ventana al mundo y una vía para sentir la presencia de Dios. “Siento más vivo que nunca. Conozco al Creador por la obra de sus manos”, afirma con convicción.



Aunque en la vida a veces ocurren situaciones que pueden parecer negativas o difíciles de comprender para el entendimiento humano, y no se entiende el porqué, José pone todo en manos de Dios y de su Divina Voluntad confiando plenamente en Él.

José y Guadalupe han sido pilares para sus hijos, quienes crecieron viendo a su madre asumir el rol de madre y padre, trabajando la tierra mientras los hijos ayudaban después de la escuela. Hoy, José y su esposa Guadalupe son ciudadanos estadounidenses, con 15 nietos y 2 bisnietos, y una familia que lo considera su consejero espiritual y ejemplo de vida.



“Lo que más agradezco a Dios es el don de la vida”, dice José. Su historia, que comenzó en un pequeño pueblo de Michoacán, ahora inspira a muchas personas incluso en Idaho. Para sus nietos, que crecen en una cultura distinta, él les recuerda siempre: “Pongan a Dios en primer lugar”.


José González Corona no imaginó que su vida sería un testimonio para otros. Pero su fe inquebrantable, su amor por la Eucaristía y su capacidad de ver con el corazón lo han convertido en un faro de esperanza para todos los que lo conocen.


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